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Dispersión de luz y colores: las huellas de algunas artistas mujeres medievales
Por M.-Elisa Varela Rodríguez y Teresa Vinyoles Vidal
Publicado en línea (2008)
Introducción: En la época del arte románico, durante un período en el que pocos artistas dejaron su nombre a la historia, algunas mujeres tuvieron el deseo explícito de dejar una huella; no debemos interpretar este hecho como fruto de un posible narcismo, sino como una forma de expresar su estrecha relación con la vida, de hacer genealogía, es decir, de establecer vínculos entre sí y también con mujeres del pasado y con nosotras. . Querían evitar no solo que se perdiera el recuerdo de su paso por la vida, sino también mostrar su posibilidad de recrear la vida, utilizando el arte antiguo y sagrado de dar formas y colores a la divinidad irrepresentable, a través del tejido, a través del bordado, que es, a través de sus tareas más cotidianas, más utilitarias, y también a través del dibujo y la pintura.
Las búsquedas visuales de estas artistas medievales, el impulso de pintar, iluminar, bordar… surgen del encuentro con otras mujeres de su tiempo y conectan con las mujeres de hoy. Estos artistas que nos han dejado su nombre nos muestran cómo es posible cultivar la individualidad sin dejar de lado las relaciones en las que el talento llega a la madurez.
Históricamente, las mujeres no han contribuido a construir el mito del artista o su obra, ni el mito del genio; firman sus obras simplemente reafirmando el nombre de su mujer con la que se identifican: María, Elisava, En, Teresa, lo que las hace únicas y reconoce su autoría.
Los artistas crean a través de signos. También en relación a las mujeres artistas, nos atrae un signo, un rastro físico de la mano, la caligrafía o la firma de su nombre. En la “escriptoria” de la alta Edad Media había mujeres copistas e ilustradoras, no solo religiosas sino también laicas, que eran educadas y sabían latín; en el de la catedral de Vic podemos documentar a principios del siglo XI a Guisla -casada con Guibert- y su hija Alba; madre e hija se definen como gramáticas y las encontramos escribiendo algunos documentos. El amor por el dibujo que emite la mano que escribe, pinta o borda, expresa la ansiada memoria del cuerpo, el deseo de llenar la distancia entre el pensamiento representado y el cuerpo que lo produce.
En el diálogo que se puede derivar de este proceso, diferentes lenguajes pueden encontrarse y confluir; pueden surgir de este encuentro, en ocasiones como palabras, en otras ocasiones como imágenes.
Simplemente no sucede de esa manera
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